10 de Junio, 2019
A un año del mayo feminista: La posibilidad de innovar desde la Teoría de Género
En 2018, tanto en Chile como en el mundo, y tras una importante agitación social liderada principalmente por los movimientos feministas quedó en evidencia que en el sistema de educación superior existen patrones sexistas que, aunque normalizados hasta ahora, han contribuido muy poco a una convivencia igualitaria y de reconocimiento mutuo.
Este movimiento ha generado, además, una interesante reflexión al interior de las universidades permitiendo mirar cómo ha sido hasta ahora esta convivencia, y revisar los tipos de relaciones entre los distintos grupos y estamentos que componen la trama social universitaria.
Asimismo, y como otra de las principales externalidades de estos movimientos, es que se ha logrado visibilizar y reconocer necesidades que hasta ahora se habían negado, como las teorías de género, o en su más amplio espectro, perspectiva de género (erróneamente llamada Ideología de género).
Sin duda, estamos frente a un momento histórico para aportar prácticas innovadoras y considerar la perspectiva de género como una herramienta analítica en la revisión de los distintos procedimientos. Es en este punto donde nos enfrentamos a una posibilidad y a una interrogante, ¿Se puede aplicar la perspectiva de género como una herramienta analítica que guíe todo aquello que ocurre en la educación superior?
Pues bien, para responder a esta interrogante debemos comprender el género no solo como la manifestación de lo que entendemos que es propio de lo femenino y lo masculino dentro de nuestra cultura, tal como lo refiere Marta Lamas*, sino también, realizar el ejercicio de identificar dentro de la cultura educacional aquellos factores que se consideran valóricamente inferiores, en desmedro de aquello que culturalmente –de forma supuestamente natural- tiene mayor importancia, valor y por ende poder.
Lo anterior, nos invita a reflexionar respecto a nuestras propias prácticas, a detenernos y mirar cómo ejercemos el poder que nos confieren –culturalmente- nuestros roles, a considerar los privilegios que nos permiten libertades que a otras personas por su situación social y cultural se les niega, y por ende se invisibilizan sus necesidades. El hacer consciente estos aspectos, disminuyen el ejercicio de poder absolutista y por consiguiente previene la aparición de dinámicas de violencias en todas sus formas de expresión en la sociedad y la cultura de educación superior.
Un elemento que puede ayudar en este análisis, es el reconocimiento de prácticas donde quien ejerce el poder niega las necesidades de valoración de otras personas, la exploración, el análisis de nuevas áreas, las prácticas innovadoras, entre otras necesidades, y donde aquello que es negado a través del ejercicio de poder, logra, desafortunadamente, ser internalizado como una dinámica de dominación/subordinación, que termina siendo incuestionada por “ser parte” de la cultura del espacio educativo.
Así resultan, por ejemplo, valoraciones sociales a las distintas disciplinas que imparten las Facultades, también a quienes las ejercen, el uso del conocimiento como poder, lo incuestionable de las posiciones dependiendo de las disciplinas, y en su forma más evidente, los abusos de poder en sus formas académicas y corporales.
El gran desafío pasa entonces en reconocer la perspectiva de género como herramienta analítica, flexibilizando y disponiéndonos al análisis de nuestras prácticas, y de nuestro entorno en los distintos ámbitos, buscando apoyo experto para ello con el objetivo de poner en marcha nuevas formas de análisis que enriquezcan tanto las disciplinas, el perfil de los egresados/as, como también las relaciones que se dan en el ámbito de la educación superior.
Es así como la Oficina de Género y Diversidad Sexual de la FEN-Uchile (OGDIS) desde su creación en 2018 ha recogido esta realidad diseñando áreas de intervención que incorporan la perspectiva de género, logrando visibilizar las necesidades de los distintos estamentos y agrupaciones que componen esta Facultad. Es de esta forma, que se ha instalado un diálogo participativo y estratégico que ha facilitado la revisión de prácticas que tienden al reconocimiento de acciones que pueden llegar a transgredir o discriminar a otras personas por razones de género, consiguiendo visibilizar prácticas más adecuadas que contribuyen a una comunidad universitaria atenta al ejercicio de violencias.
*Lamas, Marta, (2000), Diferencias de sexo, género y diferencia sexual, Cuicuilco, enero-abril, año/vol.7, número 018. Distrito Federal, México. Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Inés Castro
Directora Oficina de Género y Diversidad Sexual - OGDIS
FEN U.Chile