En el mes de la patria es oportuno enumerar algunos errores comunes que todos a veces cometemos y que de corregirse, cambiarían el rostro de Chile. En efecto, si saludáramos al otro al entrar al ascensor, si no botáramos papeles o colillas de cigarro al suelo, si no habláramos por celular descuidando la conducción y no dobláramos en segunda fila: Chile sería mejor. Si la juventud estudiara más e hiciera más deporte, si sus carretes terminaran más temprano, si nuestros trabajadores fueran más concretos e hinchas del trabajo bien hecho, si los carteles de precios en algunas industrias se acabaran, si pagáramos siempre el Transantiago y los partidos de fútbol no terminaran en batallas: todos seríamos más felices. Si la gente común comprara lo que necesita y no se llenara de bienes suntuarios con deuda cara, si los empresarios fuéramos más creativos, si ahorráramos para cuando seamos viejos, si el cariño se lo diéramos al necesitado más que a una mascota, si cada uno en el campo regara con el agua que le pertenece y no con la del vecino, si fuésemos más concretos al hablar por teléfono y respetáramos al que piensa distinto: nuestro país sería más vivible.
Si cuidáramos el bosque nativo, si comiésemos con prudencia y nos revisáramos la salud al menos una vez por año, si leyéramos un libro por mes y visitáramos a nuestros amigos y familiares enfermos: nuestra vida sería más plena. Si la prensa dijera la verdad, si la televisión fuese más objetiva, si los policías más respetados y los discapacitados más incorporados: la sociedad sería más justa. Si los padres jugáramos más con nuestros hijos, si invitáramos más a nuestras casas a los curitas viejitos y amáramos más a nuestros padres: la familia sería más sólida. Si los hijos apagaran las luces antes de acostarse, si camináramos por la vereda y manejáramos más responsablemente, si cruzáramos solo en las esquinas, si supiéramos bailar cueca y tocar guitarra: qué distinto sería todo. Si cuidáramos los bienes públicos y respetáramos los derechos del otro, si no gastáramos más de lo que ganamos, si nos acordáramos más de los deberes que de los derechos, si no llenáramos de grafiti los edificios patrimoniales, si respetáramos a los profesores, si las centrales telefónicas contestaran y los bancos reforzaran la seguridad de los cajeros automáticos: lindo país tendríamos.
Miremos mejor hacia adelante, en busca de un mejor país. Demos gracias a Dios por lo que tenemos, por nuestras desgracias y alegrías. Si el alma está en paz, lo demás es superfluo. Que el volantín de Septiembre nos despeje el corazón, que la cueca nos acerque a nuestras raíces y que la tonada acompañe nuestros atardeceres en primavera. Si cada uno hace lo suyo bien cada día, no hay presupuesto que no se cumpla ni sueño que no se conquiste.
Este ciudadano hace un llamado a la unidad, al respeto y la calidad por el que sufre. Quienes sufren no son solo los que tienes dinero, sino también aquellos que tienen el alma entristecida, el corazón partido o la noche desvelada. El tiempo de cada uno se va veloz y no retoma.
Muchos creen estar en el primer tiempo del partido cuando ya de verdad están definiendo a penales. A reforzar la defensa, a cuidar el medio campo y a convertir goles en buena lid, pues el tiempo se acaba y la trampa se paga cara. Como decía Vicente Huidobro: Que el verso sea como una llave. Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando; cuanto miren los ojos creado sea, y el alma del oyente quede temblando. Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata.
Andrés Montero, egresado de Ingeniería Comercial Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, Diario Pulso 16 de Septiembre del 2014.