28 de Junio de 2012

Grexit

Manuel Agosin Decano Facultad Economía y Negocios,U.de Chile Revista América Economía 25 de Junio de 2012

La inconclusa elección griega y la incapacidad de la clase política de formar un gobierno, acercan al país a una cesación de pagos desordenada y a su salida del euro. En esta columna ya lo veníamos prediciendo desde que se desencadenó la crisis griega hacer dos años: sin una acción decidida de apoyo por parte de las instituciones europeas. Grecia iba al despeñadero, con una alta probabilidad que su salida del euro contagiara a otros (ahora España, Portugal, Italia, Irlanda y, quién sabe, Francia). Las implicancias de lo que podría suceder luego de un segundo round electoral no son auspiciosas. El partido que probablemente saldrá con mejores opciones para formar un gobierno es el de extrema izquierda, cuyo líder se ha comprometido a renegociar las condiciones del salvataje acordado en forma conjunta por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo. Los socios de Grecia le han advertido que no están dispuestos a renegociar los acuerdos, lo que implicaría que el gobierno de Grecia tendría que simplemente dejar de honrar sus vencimientos. Esto impediría que el Banco Central Europeo continúe recibiendo bonos griegos como colateral para préstamos a los bancos de ese país. La quiebra del sistema bancario será inminente. Por otra parte, el gobierno griego no tendría cómo pagar a los empleados públicos ni honrar sus deudas con proveedores. La salida sería volver al dracma, pero ello toma tiempo y no es plausible que las autoridades estén preparadas para eso. La fuga de capitales, que ya parece haber empezado con el retiro de depósitos sólo puede agravar la situación. Las deudas contraídas en euros no podrían ser honradas, porque el nuevo dracma sufriría una fuerte depreciación. En fin, depreciación, hiperinflación y depresión serían las consecuencias. El contagio no tardará: los agentes financieros se habrán percatado de que la salida del euro podría ocurrir en otros países. España es el primer candidato: su banca sigue acusando la resaca de la crisis que partió en 2008 y está muy vulnerable a una fuga de depósitos. El único efecto de las políticas de ajuste ha sido una recesión más profunda y una tasa de desempleo cercana al 25%. Italia también podría sufrir una fuga de capitales y depósitos. Para qué hablar de Portugal e Irlanda. El ajuste fiscal en recesión es quimérico y sólo agudiza la contracción. Ni Alemania podrá escapar de la depresión: los depósitos que salen de países candidatos a abandonar el euro se van a ir a refugiar a Alemania, con el consiguiente aumento de precios internos y la pérdida de competitividad internacional. Si el euro colapsa dicha pérdida se manifestará en una enorme apreciación del nuevo marco, que llevará igualmente a una contracción en la demanda por productos alemanes. ¿Por qué esta dantesco escenario? La insistencia de la dirigencia de la Unión Europea, liderada por la canciller Merkel, en que el único mecanismo para superar los problemas de los países de la periferia es su propio ajuste fiscal, sin ninguna ayuda de los países superavitarios (especialmente Alemania) y de las instituciones europeas, es un callejón sin salida en países que ya estaban experimentando presiones recesivas provenientes de sus sectores privados. Las lecciones de Keynes y de la Gran Depresión han sido relegadas al olvido. Es claro que los países endeudados deben hacer un ajuste, pero de largo plazo y no en medio de una fuerte contracción de la demanda privada. Una infinidad de instrumentos podrían haberse desplegado para evitar el colapso de Grecia y el sufrimiento de los países más comprometidos: el banco Central Europeo (o el fondo de rescate) podría haber entrado a comprar bonos de los gobiernos, colocando un techo a sus tasas de interés. La zona euro podría haber emitido bonos con garantías conjuntas a favor del Banco Europeo de Inversiones para hacer inversiones en infraestructura. Alemania podría haber tenido una política fiscal menos contractiva y políticas salariales que les hubiesen permitido a sus propios ciudadanos cosechar parte de los frutos de sus éxitos exportadores. En países sin política cambiaría, sin política monetaria, sin un prestamista de última instancia y con un fisco sin márgenes de maniobra, pedir más austeridad a cambio de nada sólo ahonda los problemas. ¿Podemos culpar a los griegos – y pronto a los españoles, portugueses, irlandeses e italianos –por decir “basta”? La última palabra la tiene el gobierno alemán. Ojalá no sea demasiado tarde.

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