31 de Agosto de 2011

Idea freak #9: "Educonomía"

Oscar Landerretche Economista y Académico Departamento Economía Universidad de Chile Publicación La Tercera 26/08/2011

HACE POCO se armó la grande porque el Presidente dijo que la educación era un bien de consumo. ¿Se acuerdan? En sentido estricto, el sector educativo es un sector proveedor de servicios, no de bienes. Esos servicios tienen la particularidad de que posibilitan la acumulación de capacidades, conocimientos, competencias y destrezas. Por ende, el uso de ese servicio es parte de un proceso de inversión desde la perspectiva de quien lo demanda. Sin embargo, también es cierto que tiene aspectos de "consumo". Por ejemplo, es cierto que al educarse los niños están siendo simultáneamente cuidados, lo que libera tiempo de los apoderados; y también, hay familias que "consumen" el estatus o prestigio de tener a sus hijos en un determinado establecimiento. Mezclado con todo esto está el hecho de que la educación es un emporio de externalidades. Hay externalidades en la sala de clases (el efecto par), hay externalidades hacia la investigación (en el nivel superior), hay externalidades cívicas (el efecto pingüino). Pero, además, resulta que el activo que se genera con la inversión (lo que llamamos capital humano), que son esas capacidades y destrezas, no se puede vender. Se puede vender su servicio, pero no su propiedad. Y esto es importante, porque implica que no es colateralizable; esto es, no se puede usar como garantía para crédito. Esto implica que a menos que intervenga el Estado, aquellos que tienen activos, siempre tendrán acceso a financiamiento educativo más abundante y barato que el resto. Para la mayoría de los estudiantes, la educación superior es una actividad en extremo riesgosa. De alto retorno esperado, pero riesgosa. Hay una probabilidad importante de que algunos abandonen, queden sin "activo", pero con deuda. Cuando uno está comprando una casa y tiene que abandonar, una de las cosas que hace es, justamente, liquidar la casa para saldar la deuda. En el caso de la educación superior eso no es posible. Para muchas familias chilenas la inversión en educación es una ruleta rusa financiera que, además, involucra el amor propio de sus hijos. En gran medida, la dificultad de las políticas de educación surge de esta mezcla de tipos de bienes y fenómenos económicos que contiene la educación. Mi punto es que la educación es un objeto económico que amerita más atención. Es un objeto en el que se juegan el desarrollo de la democracia, el crecimiento de la economía, la esperanza de la meritocracia y el proyecto de la igualdad. Sin embargo, no existe dentro de nuestras mallas de estudio obligatorias de economía. Dedicamos largos cursos a la política monetaria, fiscal, laboral, al mercado de capitales y a la regulación eléctrica. ¿A la educación? Quizás un electivo, por aquí y por allá, pero casi siempre ¡nada! Me pregunto si parte del problema no será justamente esto: que implícitamente los economistas seguimos pensando a la educación como si fuera un caso particular, una aplicación, un mercado como cualquier otro. Por eso la idea freak de hoy es que los estudiantes de economía movilizados demanden hacer obligatorio el estudio de la educación dentro de las mallas de pregrado. No sólo macroeconomía y microeconomía, también "educonomía".

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