21 de Enero de 2015

La Huelga y la Reforma Laboral

No más verborrea ni lenguaje bolivariano. Los principales interesados en que a los trabajadores les vaya bien son los propios empresarios. Cuidemos que los cambios no afecten al crecimiento.

Todos hablan del proyecto de Reforma Laboral. ¿Es pro empleo, pro crecimiento, ayudará a disminuir la desigualdad? Son algunas interrogantes que se deben responder. Tras asistir a varios seminarios sobre la materia, e informarme por la prensa acerca del proyecto, sumados a mi propia experiencia de casi 35 años trabajando, concluyo que la Reforma Laboral no es buena para Chile. 

A fines de los 70, el destacado profesor de Derecho del Trabajo Francisco Walker enseñaba en la FEN  de la Universidad de Chile que la huelga era un derecho indiscutible del trabajador, pero desafortunadamente muchas veces la huelga se utiliza – hay evidencia empírica- como mecanismo de presión (a veces para chantajear) al empleador y lograr así que mejoren las condiciones de la negociación colectiva. Si ahora además no se permitirá el reemplazo, con mayor razón la huelga será más dañina para todos. 

En Chile, más de la tercera parte de las huelgas son ilegales o de facto, pero nunca tienes castigo o costos los agitadores o promotores de las mismas. En adición a lo anterior, se ha impuesto la opaca práctica del “bono por término de conflicto”. Este mecanismo es cuestionable, pues al avanzar el tiempo durante la negociación a los trabajadores les importa más el bono que aspectos mucho más relevantes y permanentes del convenio. Con el bono en caja, las multitiendas hacen su negocio y los plasmas y autos nuevos llegan a las casas de los trabajadores. Para qué decir en el Norte, donde las mineras presionadas por la amenaza de la huelga cerraban los conflictos con grandes bonos de término de negociación, lo que-hoy lo constatamos- fue pan para ayer pero hambre para mañana. ¿Ahora, que el precio del cobre cae, qué harán?

Otro aspecto discutible es el estrecho ámbito de negociación permitido por la ley. ¿Por qué si un porcentaje considerable de trabajadores están dispuestos a organizar su régimen laboral de un modo diferente a las restricciones legales, están inhibidos de hacerlo? 

La propuesta del Ejecutivo intenta transformar a los dirigentes sindicales en verdaderos dioses, concentrando en ellos la negociación relevante, pues aunque la autoridad dice que no será obligatorio afiliarse, quien no lo haga será afectado de manera indesmentible. Cuando las autoridades de Gobierno hablan de esta materia, parecen estar desinformadas de lo que significa administrar un negocio en el día a día. Qué lejano es el discurso de los expertos de la realidad que viven los empresarios, medianos y pequeños, para estar dentro de la ley, evitar multas y lograr ajustar sus nóminas cuando la situación del negocio así lo exige. 

Un ex ministro del Trabajo en un foro de la Sofofa  afirmaba que las posturas de muchos empresarios eran ideologizadas respecto del rol de los sindicatos en la empresa. ¿Pretenderá el experto que ignoremos el hecho de que la mayoría de los principales sindicatos son asesorados por el Partido Socialista y el Partido Comunista? Ahí los ideólogos hacen su trabajo, sembrando la discordia con quienes dan empleo. 

No más verborrea y lenguaje bolivariano. Los primeros interesados en que a los trabajadores les vaya bien son los empresarios. Ambas partes, trabajadores y empresarios, se necesitan mutuamente. Siempre los mecanismos que regulan las relaciones laborales son perfectibles, pero cuidemos que los cambios no afecten el crecimiento y las buenas relaciones laborales que deben existir en cualquier empresa. 

 

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