28 de Enero de 2010

Más Enredado que Cachipún de Pulpos

Oscar Landerretche M. Profesor Asistente. Departamento de Economía. Universidad de Chile.

La centro-derecha chilena será gobierno; la centro-izquierda pasará por un período de reestructuración y oposición; y el parlamento se encuentra sin mayorías claras, pero además con los temas del sistema electoral binominal y las reglas de inscripción electoral sin resolver. Es evidente que este es un momento en que se deben negociar y acordar términos de referencia para la discusión de políticas públicas y, en general, para el funcionamiento de la política chilena. Será desafiante para el nuevo gobierno, que duda cabe, pero también para la nueva oposición. Será, por cierto, una dificultad central del nuevo gobierno ordenar de algún modo el sistema político chileno; sobre todo porque esta nueva administración tendrá un interés muy natural en mostrar claros signos de gobernabilidad. Será un desafío especialmente difícil porque no depende solamente de un acto de voluntad. Hay una razón profunda por la cual será difícil gobernar los próximo cuatro años: la desintegración de la ordenada y cupular política de los acuerdos de principios de los noventas no tiene que ver solamente con el “cansancio” de la Concertación, sino con el surgimiento de una sociedad mucho más heterogénea en sus intereses y agendas políticas que la que teníamos el año noventa. Esa heterogeneidad proviene del desarrollo de la economía y la democracia de nuestro país y se ha ido reflejando cada vez con más fuerza en las elecciones municipales y parlamentarias. De hecho la inevitable tensión entre la necesidad de dar espacio para que se exprese esa heterogeneidad y la necesidad de dar orden y propósito a la política pública fue uno de los debates centrales del proceso programático de la Concertación. Lo central es que la intención del presidente electo de traer de vuelta la política de los acuerdos que se implementó en el marco de un sistema político mucho más ordenado, puede terminar siendo mucho más difícil de lo que suena. La razón no es la “mala onda” de nadie, sino simplemente la heterogeneidad política que nuestro país ha desarrollado que hace extremadamente difícil coordinar el esfuerzo público… más con partidos políticos disfuncionales. Además, cualquiera que haya mirado de cerca el parlamento en los últimos años sabrá que esa heterogeneidad no es patrimonio ni de la izquierda ni de la derecha sino algo mucho más fundamental, extendido y profundo. En un parlamento con gran heterogeneidad de intereses se hace difícil negociar bienes públicos nacionales cuando la alternativa es la implementación de bienes públicos locales o beneficios para grupos de interés. En un mundo con restricciones al presupuesto del capital financiero y al presupuesto de capital político, inevitablemente se tiene que optar; y se va a optar por lo que trae beneficios políticos y efectos más inmediatos: lo local. Ahora, lo local es fantástico, y hay muchas cosas en lo local que se deben hacer. El problema es que lo estratégico rara vez es local y Chile tiene desafíos estratégicos grandes. Desde mi punto de vista – y debo decir que vengo pensando esto desde mucho antes que la segunda vuelta – hay un riesgo tremendo en la configuración política actual. Ante un cuadro así de desordenado existirá una natural presión hacia el clientelismo político en la arena, no solamente de los cargos públicos, sino de las políticas públicas, de la agenda pública misma. Es decir, el ejecutivo, cuyo objetivo siempre será lograr hacer cosas, que además le fragüen un apoyo político mayor, va a enfrentar la tentación de lograrlo satisfaciendo clientelas y no empujando agendas más globales, reformas más grandes y complicadas que no son tan fáciles de vender al por menor. En mi opinión, además, este habría sido el problema de cualquiera de los dos candidatos presidenciales que hubiera sido electo. Enfrentarlo requiere de una combinación de capacidades técnicas y políticas muy compleja, muy afiatada y de amplios recursos humanos. Requiere de empatía con las necesidades y agendas de los diferentes grupos; pero también de una capacidad de mantener la línea y coherencia de la política pública. Requiere al mismo tiempo de generosidad política y de consistencia técnica. Sin duda que va a ser interesante observar como nuestro sistema político logra ordenar esto. Seguro que se logrará… pero se puede demorar un poco.

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