19 de Enero de 2012

Oportunidad y necesidad de la reforma tributaria

Guillermo Larraín Académico de U. de Chile. Diario La Segunda 16 de enero de 2012

El gobierno ha señalado que enviará una reforma tributaria. El proyecto no causa apoyo transversal dentro de los partidarios del Gobierno y si bien en principio la Concertación puede sentirse atraída por la idea, habrá que esperar a los contenidos para ver si finalmente habrá un apoyo o no. O sea, el Gobierno puede encontrarse en una situación paradójica en la cual su proyecto sea rechazado por todos, salvo por el pequeño grupo de leales al Presidente. En lo personal soy partidario de una reforma que incremente los recursos del Estado de manera importante. Revisemos por qué. Para ello, no hay mejor método que recordar casos recientes en los que se nos dijo que tal desastre pudo evitarse si tal o cual agencia del Estado hubiera tenido recursos: 1.- Terremoto y tsunami de 2010: las comunicaciones colapsaron porque no había un sistema de soporte eficaz. 2.- Desastre de los mineros de Atacama: se dijo que Sernageomin tenía muy pocos supervisores para la zona. 3.- Desastre de la cárcel de San Miguel: los internos tenían que cocinar porque no tenían buena alimentación por parte de la institución. 4.- Desastre del parque Torres del Paine: el incendio develó que no había una adecuada supervisión de las actividades de los turistas. En ámbito distinto de los desastres y a propósito del satélite chileno, la Agencia Chilena del Espacio tiene un nombre pomposo, pero no tiene oficina ni presupuesto (¡ver Mercurio de ayer!). El punto de partida para la discusión tributaria debe ser esta: al Estado de Chile le faltan recursos para cumplir a cabalidad las funciones que los ciudadanos del siglo XXI le exigimos que cumpla. Ante esta evidencia, las declaraciones del Presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, cuando dice que “hay que entender que cada vez que se aumentan los impuestos se achica la sociedad” desentonan, son falsas y erradas. Es falso que más impuestos achiquen la sociedad. Un incremento de 5% al impuesto de primera categoría a las empresas no quita un ápice de libertad a los empresarios que lo pagan, pero con esos recursos se pueden generar enormes espacios de libertad para los beneficiarios del gasto social. Con impuestos se achica la billetera de quien paga, pero no la sociedad, la que puede salir beneficiada si se gasta bien. Carlos Larraín, además, está factualmente equivocado. Para su información, los países donde la sociedad en más “grande”-para usas su terminología- son aquellos donde hay más carga tributaria: Finlandia, Suecia, Dinamarca. En realidad, todos los países desarrollados tienen más sociedad y más impuestos. Otra objeción al alza de impuestos es la oportunidad es la oportunidad. Dice el ex ministro Morandé que le evoca la banda de músicos del Titanic, porque existe el riesgo de una crisis de proporciones y que los chilenos tienen el derecho de saber para qué se suben los impuestos. Se pregunta el ex ministro, ¿Qué proyecto hay detrás? Es evidente que si uno tiene que hablar de política tributaria en una clase de economía los puntos que señala Morandé son atendibles. Sin embargo, como lo debiera saber quienquiera que haya hecho política pública, los tiempos de la política no siempre coinciden con lo que sugiere como una doctrina económica. ¿Pone una reforma tributaria en riesgo al país cuando hay una crisis internacional incubándose? No lo creo. Primero, desde una perspectiva de crecimiento, el Gobierno tiene recursos para una política contracíclica, como lo dijo la semana pasada el ministro Larraín. Segundo, los impuestos que se suban probablemente entren en vigencia después de la crisis. No calzan los tiempos: primero habría una crisis, solo después subirían los impuestos. Terceros, alguien puede decir que lo que importa son las expectativas. Bueno, las expectativas pueden afectarse en cualquier dirección. Una es la que piensan los opositores a la reforma: los empresarios verían sus tasas de rentabilidad reducidas y por lo tanto invertirían menos y crearían menos empleo, lo que podría reforzar la desaceleración. Este argumento no es falso, pero esta sobredimensionando para justificar no hacer nada. Por el contrario, una buena reforma puede hacer lo contrario. Mejora el clima social, porque se notaría un Gobierno que entiende los problemas de fondo del país. El problema de fondo es que es imposible mejorar la educación pública sin darle más recursos. ¡No quisiera enfrentar una crisis de liquidez como la de 2008 con la conflictividad social del 2011! ¿Es necesario que haya un proyecto para subir impuestos? Ojalá. Yo mismo lo he planteado varias veces. ¿De quién es la culpa que no haya proyecto? Hace años que venimos diciendo que la educación en Chile es mala. Los movimientos estudiantiles del 2011 dejaron en claro: los estudiantes se cansaron de esperar a ese proyecto. Dicho proyecto educacional tendrían que haberlo preparado mucho antes, porque hace tiempo que sabemos que es una necesidad real del país. Entonces parece que el orden de las cosas será al revés: deberán primero subir los impuestos y esperemos que en las elecciones que vienen surja al famoso proyecto que use bien esas platas. ¿Está garantizado que sea un buen proyecto? Desagraciadamente no. En principio, el Gobierno tiene suficiente poder como para tratar de encauzar la discusión. El ministro Beyer conoce bien el tema y tiene un espíritu abierto. Sin embargo, el tema del lucro, que le guste o no al Gobierno es una piedra de tope, difícilmente lo podrá resolver bien si el ministro de Justicia está relacionado con una universidad privada con cuatro campus y, según dice la página web, muy buena infraestructura, y sin otros dos ministros no han podido aclarar su participación en otra.

Volver a lista de Opiniones