30 de Marzo de 2012
¿Por qué necesitamos de una ley que nos lleve a realizar las conductas que conscientemente creemos mejores?
Enrique Manzur
Vicedecano Facultad Economía y Negocios Universidad de Chile
Diario Financiero
22 de Marzo de 2012
Pocos días atrás comenzó a regir la nueva normativa que endurece las sanciones a quienes conduzcan bajo la influencia del alcohol. Numerosas son las opiniones que se han generado a partir de su implementación pasando desde aquéllas que la consideran una medida que coarta la libertad de las personas, hasta quienes la ven como una medida necesaria y efectiva para reducir los accidentes. Aún así, la gran mayoría está a favor de la nueva ley, como lo muestra un estudio en que el 88% de los encuestados está de acuerdo con la medida, no existiendo diferencias significativas entre quienes conducen habitualmente y quienes no lo hacen, y tampoco entre grupos etarios.
Durante el primer fin de semana de vigencia se observó un importante cambio de actitud de los conductores aumentando el uso de radiotaxis y choferes “designados”.
Lo anterior, se tradujo en que pese a duplicarse los controles, el número de automovilistas que marcaron positivo se redujo-
La pregunta entonces es: ¿Por qué necesitamos de una ley que nos lleve a realizar las conductas que conscientemente creemos mejores?, La respuesta está en que quizás nos parecemos más a Homero Simpson que al Sr. Spock. Es decir, carecemos del suficiente autocontrol para imponernos efectivamente obligaciones o conductas que sabemos necesarias y consistentes con nuestros objetivos y con lo que habría elegido nuestro “mejor yo”. Existen múltiples áreas de nuestra vida en que si bien estamos conscientes de cual sería nuestra conducta óptima somos incapaces de llevarla a cabo. Por ejemplo, en el caso de las cotizaciones previsionales, aún cuando la mayoría coincide en que es importante ahorrar para asegurar un buen futuro, si éstas fuesen voluntarias escucharíamos muchas excusas como: “Este año está complicado, pero el próximo seguro impondré el doble”.
El profesor del MIT, Dan Ariely grafica el problema del autocontrol por medio de un singular experimento. Aprovechando que iba a dictar un mismo curso de doce semanas a tres secciones distintas y que la nota final estaría basada en tres trabajos, se permitió variar el grado de libertad que tendrían los alumnos en definir las fechas de entrega de los mismos. Al primer grupo le dio completa libertad, pudiendo hacerlo hasta el último día de clases. En segundo, cada alumno debía definir, al comienzo del curso, sus fechas de entrega. Por último, el tercer grupo recibió lo que Ariely llamó un trato coercitivo, les impuso tres fechas en las semanas 4, 8 y 12, respectivamente. La pregunta, entonces, fue ¿cuál de los tres cursos tendría un mejor desempeño? El resultado: los alumnos con total flexibilidad tuvieron el peor desempeño, en cambio el curso cuyas fechas de entrega fueron impuestas realizaron los mejores trabajos.
En conclusión, resulta paradójico que para lograr nuestros objetivos necesitemos imposiciones externas y no seamos nosotros mismos quienes nos obliguemos a cumplirlos pese a que estamos conscientes de sus beneficios.
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