Tienen razón quienes señalan la importancia de reactivar la inversión. Cómo no, si el crecimiento estará en torno al 3% en 2015, cifra baja para el estándar de los últimos 25 años. Durante el fin de semana, la prensa recopiló ideas sobre cómo hacerlo. Muchos enfatizaron en recuperar la confianza.
Eran ideas esperables. Francisco Rosende, de la Universidad Católica, señaló que la reforma laboral era confusa y debía satisfacer a más sectores que la CUT; Segismundo Schulin-Zeuthrn, presidente de la ABIF, habló de la ley del Sernac; el presidente de la SNA, Patricio Crespo, señaló que era necesario discutir el Código de Aguas con seriedad.
El reelecto presidente de la CNC, Ricardo Mewes, pidió “articular acuerdos, debatir ideas y fijar horizontes de largo plazo”, mientras el presidente del Consejo Minero dijo que “en el sector privado existe una firme voluntad para cambiar reglas que hasta ahora parecían inamovibles”, pero advirtió que los cambios deben ser fruto del diálogo” profundo, serio y bien fundado”.
Al leer a Rosende, Schulin-Zeuthen o Crespo se aprecian los temores empresariales tradicionales, Las voces de Mewes y Villarino hacen pensar que, en la medida que haya diálogo, los temores pueden cesar aun cuando los cambios afecten aspectos, hasta hace poco, inamovibles.
Estoy convencido, al contrario del ex ministro Felipe Larraín, que el programa de gobierno es consistente con la existencia de un sector privado dinámico, pujante e innovador. Por supuesto, el ecosistema en el que se desenvuelven en 2015 es más exigente que en 2000. Sabemos que los ciudadanos – consumidores están empoderados y férreamente exigen hoy que se respeten sus derechos. Lo mismo hacen las comunidades. Y lo mismo hace el sistema institucional.
No hay problema en que las empresas generen ganancias, sólo que lentamente los estándares de funcionamiento de nuestro capitalismo han subido. Para generar utilidades, el ambiente es más exigente: requerimientos medioambientales, condiciones laborales, impuestos. Todo ello ocurre porque Chile es más rico.
Alguien dirá que las exigencias son muchas y desalientan a los inversionistas. Todo dependerá de la perspectiva con que éstos perciban los frutos a cosechar. Si fueran tales que inhiban toda cosecha, es evidente que el desánimo prevalecerá.
Pero si constatamos oportunidades y necesidades –en infraestructura, energía, capital humano, desarrollo exportador y una ciudadanía que aprecia su nivel de consumo-, las empresas reaccionarán innovando, mejorando procesos y dialogando más para ser más eficientes, más productivas.
Y si bien recuperar la inversión es importante, lo más urgente es recuperar la productividad. Chile puede subir estándares y crecer.
Guillermo Larraín, Académico de la Universidad de Chile, Diario La Segunda 11 de Mayo del 2015