Quiero comenzar esta columna haciendo una reflexión sobre nuestra autopercepción socioeconómica. Se dice que Chile es uno de los países con mayor desigualdad de ingresos de Latinoamérica, siendo esta región una de las que presenta mayores niveles de inequidad en el mundo. Más allá de discutir dicha afirmación, lo cierto es que las desigualdades en Chile existen, y son muchas. No obstante, cuando se le pregunta su nivel socioeconómico a algún ciudadano (“de a pie” y “de auto”), lo más probable es que responda que se siente “de clase media”. Esta inconsistencia entre nuestras marcadas desigualdades y nuestras percepciones puede llevarnos a centrar la discusión de política pública en temas que no representan nuestra desigual realidad. En efecto, reconocer adecuadamente nuestras desigualdades es el primer paso para superarlas. A continuación entonces me concentraré en identificar algunos elementos que nos pueden ayudar a descifrar el mapa de nuestras diferencias económicas. Un interesante estudio de mi colega Javier Núñez señalaba hace un par de años que la gran mayoría de la gente del 10% de mayores ingresos piensa que es “de clase media”. Asimismo, apenas un 2% del 5% de mayores ingresos se reconoce como “de clase alta”. Peor aún, la gran mayoría de la gente perteneciente al 10% de mayores ingresos piensa que el ingreso de un hogar de clase media en Chile es de alrededor de $1.200.000, mientras que en realidad el ingreso de un hogar promedio en Chile ¡es menos de la mitad de eso! Núñez maneja la hipótesis del “anclaje”, donde “individuos forman sus expectativas sobre estructuración social y posición relativa a partir de su entorno”, de modo que “si la interacción social es segregada, la formación de percepciones será miope”. Es decir, mientras menos nos conocemos unos a otros, más fácil es tener un prejuicio equivocado. Los invito entonces a conocernos un poco más en cifras (de acuerdo a Casen 2006). Dado que los sociólogos son los llamados a definir adecuadamente a las clases sociales, me limitaré a entregar algunos antecedentes económicos para la discusión. Lo único que asumo de manera cruda es que no me parece razonable que la clase media sea definida en base a elementos inadecuados. A saber, 1. La Clase Media NO tiene educación universitaria. 86% de los mayores de 18 años no tiene educación universitaria de ningún tipo; 7% tiene educación universitaria incompleta; sólo 6% tiene educación universitaria completa; y apenas un 1% tiene algún estudio de postgrado. 2. La Clase Media NO paga impuesto a la renta. Esto ciertamente no es porque evadan el impuesto, sino simplemente porque sus ingresos son suficientemente bajos como para quedar exentos. En efecto, 85% de los trabajadores gana menos del monto exento ($475.000 al mes). 3. La Clase Media NO anda en auto. Puede sonar obvio, pero es útil saber que 74% de los hogares chilenos NO tiene auto; y que sólo un 3% tiene más de uno. 4. La Clase Media NO tiene servicio doméstico. Aunque algunos acomodados amigos no lo crean, 90% de los hogares NO tiene servicio doméstico. 5. La Clase Media NO se educa en colegios particulares pagados. Los pingüinos nos lo dejaron bastante claro… creo: 90% de los estudiantes NO se educa en colegios particulares pagados. 6. La Clase Media NO tiene segunda vivienda. 87% de los hogares chilenos NO tiene segunda propiedad de ningún tipo, … incluyendo casa en la playa. 7. La Clase Media NO es ABC1, ni C2. De acuerdo a la clasificación socioeconómica utilizada en marketing y opinión pública, sólo 7% de los hogares son ABC1; y sólo 15% son C2. Es decir, todos los hogares ABC1 y casi todos los C2 estarían dentro del 20% más acomodado. En suma, una sociedad que aspira a mayores niveles de igualdad debe comenzar por reconocer correctamente sus diferencias. No se progresa si la discusión pública se centra en temas que son de un grupo de privilegiados justificando que “son temas de la Clase Media”.