30 de Julio de 2010

UNA MONEDA GLOBAL Y DESARROLLO MUNDIAL

Revista AméricaEconomía Ricardo Ffrench-Davis Economista Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales

Julio de 2010. Uno de los desequilibrios que ha sufrido la economía mundial es la ausencia de una moneda global o internacional. En medio de una globalización intensa del comercio internacional, que en los últimos decenios se ha expandido al doble de la velocidad del crecimiento del PIB mundial, las monedas con que se transan exportaciones e importaciones son nacionales (mayoritariamente el dólar) o de un grupo de países (el euro, con espacio creciente). Una globalización comercial sin una moneda global es deficiente para el mundo y perjudicial para las economías en desarrollo. Entre ellos Chile. La falta de una moneda global es deficiente para el mundo porque la economía internacional necesita liquidez (emisión de dinero) que vaya aumentando de manera consistente con su capacidad de crecer sostenidamente. En cambio, en la situación vigente, la liquidez internacional es aportada, principalmente, por el déficit externo de los Estados Unidos, con el que provee de dólares al resto del mundo. Esto es una anomalía conocida, con fuerza, por lo menos desde las Conferencias de Bretton Woods, en los cuarenta. Ello no da para más: el déficit de EEUU no puede seguir acumulándose en la nación más rica; en esa calidad debiera aportar ahorros al resto y no al revés. Es perjudicial para los países en desarrollo porque no participan de la renta que aporta la emisión de moneda; a su vez, sufren la escasez de financiamiento internacional que reina en cada una de las recesiones que siguen a los ciclos expansivos. Entonces predomina la insuficiencia de los llamados créditos compensadores de entidades como el FMI. Una consecuencia, positiva, entre las muchas graves que ha provocado la crisis global, es que retomó fuerza el debate sobre la moneda internacional. Existía latente una que tiene características de ello, en cuanto ha sido y puede ser emitida por un organismo internacional, que es el Fondo Monetario Internacional. Se trata de un activo que se llama Derechos Especiales de Giro (DEG). Este tipo de moneda estaba adormecida, pasiva, desde 1978. En el 2009 se reactivó con vigor. El G-20 acordó, en Londres, en abril de ese año, impulsar una nueva emisión, para contribuir a reactivar el alicaído comercio internacional y la demanda global. El acuerdo se concretó en el Consejo del FMI, el que efectuó la emisión de DEGs por el equivalente de US$280 mil millones (de hecho fueron dos emisiones, una por el equivalente a US$250 mil millones y otra por 22 mil millones de DEGs). Esos recursos fueron entregados a los Bancos Centrales de los países miembros del FMI en proporción a sus cuotas de participación. El Banco Central de Chile recibió el equivalente a más de US$1.000 millones, hecho positivo tan poco destacado en los medios; es así que la renta o ingreso que implica la emisión ya no va a favor de un solo país sino que se reparte a través de las diversas naciones. Estos recursos se adicionan a las reservas internacionales de los Bancos Centrales y les posibilitan aplicar políticas monetarias más expansivas, que estimulan la demanda y las importaciones, y las importaciones de unos son exportaciones de otros. Este acuerdo visionario del G-20 contribuyó a moderar la profundidad de la recesión global en el 2009. ¿Qué hacer para adelante? En la Iniciativa Internacional que lideraron Brasil, Chile, Francia desde el 2004, --luego acompañados por España, Alemania y Noruega y una alianza actual de una cincuentena de países--, a favor de Reformas pro Financiamiento Innovador para el Desarrollo, siempre estuvo presente, en el menú de propuestas, la emisión de DEGs. Propusimos, con el debido respaldo técnico responsable, 1.Que se iniciará su emisión periódica para acompañar la expansión del intercambio comercial. No se trataba de desplazar ni complicar al dólar; por el contrario, se trataba de acompañarlo, en un proceso gradual, de tránsito hacia una moneda global, aliviando los riesgos que involucraba la situación entonces vigente de que el dólar procedía de una economía con elevados déficits gemelos. 2. Además propusimos que una parte de las emisiones periódicas, en particular las de las economías superavitarias y más desarrolladas, se destinasen a financiar un incremento considerable del volumen y la calidad de la financiación compensatoria que otorga el FMI, lo que requería una reforma de sus estatutos. 3. Finalmente, proponíamos que se contemplase la emisión especial en situaciones recesivas como mecanismo global contra-cíclico. El G-20 actuó en el 2009, ahora con la participación constructiva del nuevo gobierno estadounidense, que se unió a la comunidad internacional reformadora. Esperamos que se formalice la acción futura en las tres líneas expuestas. Ello debiera continuar formando parte de la agenda internacional de Chile.

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