28 de Enero, 2022

Crecer sobre 3,5% en 2022 no parece lejano

Publicado en Diario Financiero el 28 de enero

 

Las expectativas de crecimiento del PIB para 2022 tienen una distribución bimodal: los analistas locales proyectan un intervalo de 1,5% a 2,5%, en tanto las estimaciones de externos apuntan a algo entre 2,5% y 4,0%. Más allá de la situación de 2022, el ajuste es inevitable y se notará con mayor claridad en 2023.

 

Proyectos de las áreas de energía y minería, entre otros, se adapta a paso firme a pesar de la incertidumbre política. El ambiente de negocios también será mejorado, lo que probablemente se reportará por diversas fuentes durante las próximas semanas. La inversión total, contrario a la visión de consenso, tendrá una leve expansión este año.

 

La liquidez de las familias es abundante y asegura una desaceleración suave del consumo. De hecho, las compras con tarjetas a la mitad de enero dan cuenta de una ralentización eminentemente estacional. El empleo se recupera a un paso relativamente firme y homogéneo entre formal e informal, lo que mantendría el alza de la masa salarial en torno a un dígito alto. Con la PGU, a partir de agosto se inyectarían cerca de US$ 250 millones mensuales en ingresos para mayores de 65 años, grupo que característicamente tiene alta propensión a consumir. La prolongación del IFE laboral, que ha sido exitosa, aseguraría la siguiente del cierre en la brecha laboral.

 

En lo financiero, el nuevo gabinete trajo una apreciación del peso, usualmente expansiva para la demanda interna. A su vez, las tasas de interés de largo plazo han retrocedido eliminando parte del castigo que tenían, causado por la pérdida de profundidad del mercado de capitales vinculada a los retiros de fondos previsionales. Los mensajes desde el ámbito político apuntan a grados mayores de convicción sobre responsabilidad fiscal, al menos durante este año, al tiempo que se reitera la oposición a nuevos retiros de fondos previsionales. Asimismo, la bolsa local, un indicador complementario del apetito por inversión, también ha recuperado niveles.

 

Los riesgos de una abrupta desaceleración este año son varios y es imposible desconocerlos. Primero, la alta inflación mundial es preocupante y podría tener consecuencias en el proceso de normalización de los Bancos Centrales de países desarrollados. Una Tasa de Política Monetaria en un rango de entre 6% y 7% hacia fines del primer trimestre asegura cierto blindaje, aunque no completo.

 

Desde China también hay múltiples riesgos, algunos presentes desde hace casi una década. Afortunadamente, el cobre se prospecta con un estrecho balance de oferta que podría sostener algo nuestro sector externo. A pesar de aquello, el déficit de cuenta corriente es alto, no sugiere apreciaciones reales del peso muy superiores a las que hemos visto; se requiere una consolidación de la desaceleración de las importaciones de consumo, manteniendo el financiamiento externo a través de inversión extranjera directa. Finalmente, a nivel local, el proceso constituyente mantendrá la incertidumbre política; sus implicancias para sostener un crecimiento inclusivo son indudables.

 

Con todo, es esperable un movimiento paulatino hacia mejores proyecciones de crecimiento para 2022, mirando de reojo desde 2023 en adelante, pues es imposible desconocer que en todas sus dimensiones la economía requiere convergencia hacia niveles sostenibles.

 

Jorge Selaive
Académico Depto. Administración