26 de Septiembre, 2019
Sobre eclipses e indicadores económicos
Quienes vimos el eclipse solar del 2 de julio desde la región metropolitana pudimos constatar la enorme diferencia que existe entre un eclipse total y uno que cubre el 93% del sol. Porque la luz del 7% no cubierto bastó para que casi no se notara el eclipse a simple vista. Fue así como aprendimos que la fracción del sol que cubre la luna durante un eclipse no es un buen indicador de cuán ocurso llegará a estar.
En materia económica también existen varios indicadores que no miden lo que nos interesa, o que lo miden con mucho más error del necesario. Un primer ejemplo son los indicadores de desempleo que prepara el INE. Todos los inviernos sube la tasa de desocupación y todos los veranos baja, y estas variaciones estacionales importan poco en la discusión pública y en la toma de decisiones.
Es por eso que los países industrializados (y muchas economías emergentes) corrigen sus cifras de desempleo para poder comparar la desocupación de un mes con el anterior y así capturar de manera precisa cambios incipientes. Estas series corregidas se conocen como series desestacionalizadas. El INE no produce series desestacionalizadas de la tasa de desocupación, lo cual obliga a comparar la última cifra con su valor del mismo mes del año anterior, perdiendo la capacidad de detectar tendencias recientes.
A propósito de series desestacionalizadas, el Indicador Mensual de Actividad Económica (Imacec), que abarca alrededor del 90% de los bienes y servicios que componen el PIB, también constituye un caso interesante. Para este indicador, el Banco Central publica tanto la serie original como la serie desestacionalizada, corrigiendo esta última por variaciones en el número de días trabajados. Por ejemplo, la cifra sin corregir publicada hace dos semanas indica un crecimiento del 3,2% para los últimos doce meses, lo cual llevó al Ministro de Hacienda a afirmar que “la economía muestra claros signos de recuperación”. La serie desestacionalizada, en cambio, que corrige porque en julio de 2019 hubo dos días hábiles más que en julio de 2018, da solo un 2,3%. La última cifra es la relevante, pero los medios se centraron casi todos en la primera. Puede ser inercia o que los periodistas económicos no entienden la diferencia, pero no hay motivo para seguir enfatizando aquella serie del Imacec con variaciones de corto plazo que muchas veces no guardan relación con la evolución de la actividad económica.
Para construir indicadores distributivos, la principal fuente de información en Chile sigue siendo una encuesta de hogares, la Casen. Es bien sabido que las encuestas de hogares cometen errores sistemáticos al medir la distribución del ingreso, porque los hogares de altos ingresos subdeclaran sus ingresos más que los hogares restantes.
Por eso, la tendencia mundial durante la última década ha sido usar datos administrativos de impuestos. En Chile solo tenemos un trabajo de este tipo, con información del 2005 y 2009. El Servicio de Impuestos Internos tiene la información para publicar indicadores distributivos anuales, incluyendo la fracción del ingreso total que recibe el uno por ciento más rico, contribuyendo a una discusión más informada de un tema que ha tenido un rol central en las políticas públicas recientes.
Más allá de los ejemplos anteriores, el indicador económico más importante criticado por no medir lo que debiera es el producto interno bruto (PIB). El PIB es el valor de mercado de los bienes y servicios que produce un país en un año determinado. Las críticas a este indicador se centran en su uso como medida de bienestar, porque existen varias dimensiones de bienestar que no captura, como la salud de la población o sus niveles de educación. El Índice de Desarrollo Humano, que se publica desde 1990, combina el PIB con otros indicadores y recoge esta falencia.
Una segunda crítica al PIB es que subestima las ganancias de bienestar producto de la enorme variedad y personalización de bienes y servicios que hemos visto en la última década. La crítica más importante al PIB, sin embargo, es que no captura en qué medida el crecimiento de hoy significa un menor crecimiento y bienestar en el futuro. Tener un índice de bienestar que combine crecimiento con cuán sustentable es este crecimiento, incluyendo su impacto sobre el medio ambiente y los recursos naturales no renovables, y que se use ampliamente, constituye el desafío más importante en materia de indicadores económicos.
*Publicada en diario El Mercurio el 22 de septiembre de 2019.
Eduardo Engel
Académico Depto. Economía